martes, 15 de mayo de 2012

Se va el padre de Artemio Cruz

Adios, Carlos Fuentes



Vale de poco llorar a los grandes escritores. Quizá el mejor homenaje a quienes supieron poner negro sobre blanco historias que te alcanzaban el alma es leer, o re-leer, aquello que nos dejaron. Por eso, quienes permanecen en nuestra memoria nunca mueren. No escribirá nada más Carlos Fuentes, pero ya lo hizo con acierto y sólo por eso se merece este hueco.

Hace unos años hablé con él para gestionar una entrevista para un programa de radio y me pareció un hombre entrañable. Algo me habían hecho ver sus libros, entre los que destaco "Terra Nostra". Pero cualquiera de sus relatos debería tener un sitio en una biblioteca de imprescindibles.




Se ha ido un grande. Pero los grandes se van de "a poquito". Nos dejan su legado, su universo. Esos libros que han servido, uno a uno, de billete para viajes tan lejanos que no había que moverse de la silla. Me queda casi todo de él en las estanterías de mi casa.

jueves, 10 de mayo de 2012

Amnesia para las heridas

¿Dónde entroncamos la memoria?


El arte puede ser un regalo o una pesadilla. Oscila entre lo sublime o lo absolutamente imperfecto y, quizá en este caso, deja de ser arte para ser un vano intento del todo que se queda en la nada. Pero cuando alcanza la perfección te facilita un viaje a la gloria verdaderamente impagable. Vengo de subir a lo más alto, de emocionarme. Acaban de seducirme 10 actores de talento en un texto importante: "Nuestra clase".

Debería ser delito no asomarse a ciertas ofertas teatrales. Por ejemplo, este montaje que dirige con mano artesana la mejor Carme Portaceli que he visto nunca. "Nuestra clase" es un mazazo en la conciencia, un espejo de la historia. Aunque nos joda. Y no hay que ir lejos. La acción transcurre en Polonia pero suena cercana porque cercano es el odio fraternal impuesto, la línea emocional que te enfrenta a un hermano o a un amigo porque alguien que manda más que tú ha decidido colocarte en un bando y enviarte a una guerra que no va contigo. Los actores de este montaje, soberbios todos y cada uno, caminando en equipo hacia el mismo sitio, hacen, junto al espectador, un trayecto vital que incomoda en tanto en cuanto hurga en heridas que intentamos tapar con la amnesia del desprecio.




Cuando niños, han compartido infancia, sueños, juegos y distancias. Básicamente, dos: la distancia del amigo que se aleja con la suerte que eso comportará en su futuro, y la distancia que marca vivir sumido en un concepto religioso que viene de fábrica. Los unos, judíos; los otros, católicos. Pero todos compañeros de inocencia. Lo que hace más dura cada una de las decisiones que irán tomando en el proceso del montaje.

Planteado como un poema asonante, como una danza, "Nuestra clase" combina el lenguaje directo e indirecto para servirnos en bandeja los testimonios de todos y cada uno de los integrantes de esta cuadrilla que, sencillamente y en otro momento histórico, quizá hubieran optado por vidas distantes. Pero las circunstancias les llevan a amarse o a odiarse, incluso a las dos cosa casi a la vez. Víctimas de su propio destino, no hay ganadores en este relato de Tadeusz Slobodzianek aunque casi todos jueguen a intentarlo.




La orquesta de tartamudos emocionales, de cojos de los dos pies, de almas desnudas a la deriva tiene en la Portaceli una directora de peso, que ha entendido el hermoso de texto de Slobodzianek desde dentro para sacarlo todo fuera, ahí donde estamos los espectadores deseosos de que nos lleguen al alma. Y nos llegan. nos envuelven, nos arrastran durante 3 horas que se hacen cortas porque el arte, sublime, no entiende de tiempos ni de prisas.

Lo dicho, quedan 4 días para sentarse a disfrutar de esta propuesta. Si alguna vez han pensado que el teatro vale la pena, vayan hasta el Fernán Gómez y refrenden su postura. Se irán a casa cargados de razones.

martes, 8 de mayo de 2012

Puedo volver a ser niña


Bendito circo, bendito arte



“El circo es algo más que un simple espectáculo, es el recinto en el que el ser humano se ha medido siempre a sí mismo y en el que se ha encontrado con los retos imposibles que se ha propuesto superar; el espacio infinito para la imaginación y la búsqueda de la emoción; un lugar para el asombro y la exhibición de lo imposible, lo incomprensible, lo inexplicable”. Lo "dice" así de bonito Pepe Viyuela en ese maravilloso libro que es "Bestiario del circo" y que debería ser de lectura obligada.


Es curiosa la relación que en este país tenemos con el arte circense, al que no damos valor, como si el oficio de funambulista, o equilibrista, o payaso o acróbata no fueran algo mágico que ha dotado de sentido nuestra infancia.


Hace unos años, tuve la suerte de "caer" en el universo de Olmedo, una villa de poco más de 3.000 habitantes que han convertido la cultura en un modo de vida. Ahora, por mayo, celebran desde hace 5 años un homenaje al circo y el pueblo se convierte en una gran fiesta en la que todos tenemos cabida. No hay edades, no hay fronteras. Como bien dice Pepe, así es el circo: el lugar en el que no hay imposibles.








Así que del 11 al 13 de mayo de este año, Olmedo vuelve a vestirse de circo y a acoger a todo el mundo. porque aquí hay sitio para artistas, niños, padres, los que van de paso y los que quieren quedarse. Es una de las reuniones de miembros de la vida circense más importante de Europa. La noche del sábado hay una gala  donde las alucinaciones y los sueños cobran vida ante tus ojos. Antes, has podido vivir el circo de cerca, intentar formar parte de la troupe, con más o menos aciertos según quien. 


Porque hay sonrisas que no tienen precio, porque es un momento para volver a la infancia, porque es la ocasión para vivir en familia, porque ríes, amas, sueñas, vuelas...por todo eso y mucho más, Circolmedo es arte. El arte del circo que alguna vez aprenderemos a mirar como se merece.



viernes, 4 de mayo de 2012

Los tiempos no cambian, es una barbaridad

¡Viva la gamberrada con arte!

¿Les he dicho alguna vez que soy una afortunada? Seguro que sí. Pero, ante la duda, me ratifico. Anoche formé parte, invitada por Aitor Tejada, del ensayo general de "El inspector" de Gogol. Una fiesta. Una gamberrada puesta en pie con todo el arte del mundo. Los actores se lo pasan tan bien que el público vibra con una energía contagiosa.

Miguel del Arco tiene teatro en la cabeza y en el corazón. Sólo eso sería suficiente para explicar la continuidad de sus éxitos. Saca lo mejor de cada pieza con la que nutre sus montajes y pinta cuadros teatrales cargados de matices. No se agota, no se derrumba, no nos miente. Nos arrastra. Y consigue que nos dejemos arrastrar.




Pero junto a Miguel, ni detrás ni delante, está una pieza fundamental, un ser humano que reivindico por su talento y generosidad: Aitor Tejada. Parece que no está, pero cada gesto suyo es fundamental en este engranaje. Sin Aitor no existirían estos objetos de deseo teatrales que conforman el mundo de Kamikaze producciones. Miguel y Aitor han sido, y son, actores. Eso les da un valor innegable a la hora de manejar los hilos de los artistas con los que trabajan. Y nosotros, como espectadores, debemos agradecerlo. Kamikaze es un garante de buen hacer. 




Y llegamos a lo de ayer. Un trabajo talentoso en el que se funden no sólo un libreto que podría estar escrito el mes pasado mismo porque la mierda política no parece tener fecha de caducidad, sino la capacidad de Del Arco para vestirla de juerga con todos sus sacramentos. Se funden Berlanga, Cuerda y los Marx en esta puesta en escena que no ahorra en nada. Los artistas cantan y bailan e interpretan (¡y vaya cómo interpretan!) en esta pista de circo que refleja la vida. La vida de entonces, de cuando se escribió allá por 1836 en la lejana Rusia, y la de ahora. Y es que los tiempos no cambian, es una barbaridad.

Entre el sainete de lujo y el gran vodevil (no es que haya puertas es que se mueven hasta incorporarse como un intérprete más en esta feria), "El inspector" es, ante todo, una estupenda pieza teatral que ha sido llevada a la gran gamberrada. Bendito sea el teatro.

Magnífico Angel Ruíz. Ya era hora de que le fueran llegando oportunidades como ésta. Fantástico Jorge Calvo, que levanta la risa desde su muda y primera aparición en escena. Sobresaliente Macarena Sanz, que hay que ver cómo pisa el escenario. Para comerse a los dos "joseluises", Torrijo y Martínez.

Teatro para dejarse las preocupaciones en la puerta, posiblemente para acordarse de ellas sólo muuuuucho después. Déjense llevar por este torbellino de inteligencia y disfruten de actores de una pieza en un escenario engalanado para la ocasión e iluminado con acierto humorístico por Juanjo Llorens. 

Oigan, ¡y lo que trabajan estos chicos!. Tienen que acabar agotados después de la función. Los espectadores se lo agradecemos. Una risa bien vale un buen montaje.