Cuando una descubre de repente que hace ya mucho que tiene una sonrisa en la boca y los ojos ni siquiera pestañean mientras atiende a la versión, juguetona y libre, que Sergio Peris-Mencheta ha puesto en pie de "La tempestad" de Shakespeare aprecia mejor lo que ha tenido la suerte de ver. ¡Y mucho más que ver!. Esta "tempestad", al igual que las climatológicas, te envuelve, te arrastra, te incorpora, te lleva y te trae, te transporta, te engulle. Oye reír al público con estos actores que están para comérselos y te sientes feliz.
Impagable este viaje a los territorios emocionales por los que te traslada Peris-Mencheta, que sabe lo que se trae entre manos. Está todo hecho con un mimo, con una delicadeza, con una ganas...A mi lado, una panda de jovenzuelas vibraba. Quizá porque, ¡por fin!, entendía a Shakespeare. Y entenderlo es amarlo.
Toño, Dudu, Pepe, Xabier, Víctor, Quique, Raúl, Javier...¡Qué frescura! Se te olvida que les conoces y te dedicas a celebrar cada frase, cada momento, cada risa, cada silencio. ¡Cómo se nota que ellos mismos lo están disfrutando !. Y eso que no paran, que cambian de personaje con una facilidad inusitada. En esta propuesta llena de ingenio, la idea de transformar el texto del bardo de Avon en metateatro resulta delicioso.
Esa es la idea, el guiño: hacerte sentir parte del juego, involucrarte hasta los tuétanos. Cada personaje es un descubrimiento, una sorpresa. No hay artificio en este espectáculo: todo fluye no sólo ante tí, si no contigo. Y tu no puedes más que dejarte llevar, descubrirte de repente con una sonrisa en la boca y celebrarlo. Regalos así no te "ocurren" todos lo días. Larga vida a "La Tempestad" según Peris-Mencheta.
Estas maravillosas fotos son de Antonio Vicente y las podéis bajar de mi web.
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