Juan Echanove se merienda el escenario
Llevo días para escribir estas líneas, conmovida como salí del teatro Latina. "Desaparecer"es un espejismo, un alarde de buena interpretación con un Juan Echanove sublime en la piel de un ser innominado que se retuerce en una agónica espiral de emociones. En ese agrio frenesí de la búsqueda, metido de lleno en un personaje tan perdido como preso, Echanove se pasea, literalmente, por todos los registros posibles, viajando de uno a otro con una sutileza memorable.
Ella, Maika Makovski tampoco es tontería. Seductora y firme, la cantante-pianista también sabe impregnar de fuerza un ambiente, a mi entender, excesivamente "gaseado". Creo que cuando se tiene una "pieza" tan disfrutable como Juan Echanove los tapujos sobran: pido desde aquí que el humo del espectáculo se minimize y que dejen a los espectadores disfrutar de la magia de esa efervescencia cruel que transmite el actor, en esa piel del hombre que busca y no encuentra.
En este espectáculo tan particular como sugerente, elaborado a base de retazos como una buena pieza de pacthword lo esencial tiene que ser visible a los ojos. No es teatro propiamente dicho, pero sobrado de magia, "Desaparecer" es un espectáculo mágico.
Los intérpretes se mueven en un espacio opresor, apenas unas estrechas ventanas parecen conectarles con el mundo. Es una habitación sencilla, que, en su blancura, nos lleva a un disimulado manicomio. Los textos de Poe van tomando cuerpo en su perversa sucesión. Claustrofóbico, hiriente, "Desaparecer" es un montaje obligado para ver. Bueno, o para escuchar que, como ya he dicho, en cuestión de visibilidad "gasta" problemas.
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