Adolfo Fernández, un regalo en "Cantando bajo las balas"
En el escenario aparece un hombre. En realidad, medio hombre. Le faltan, a saber, una pierna, un brazo y un ojo. A mi entender, también anda escaso de moralidad y entendimiento. Pero él no lo sabe. También aparece un actor, todo un actor. Es tan magistral su interpretación del personaje de Millán Astray que, por mucho que le conozcas, se te olvida que es él. Porque el medio hombre y el actor sublime, cuando aparecen en el escenario, son uno solo.
Fernández no esta solo: a su lado, en un rincón, un pianista le acompaña para poner sintonía a los sucesos que se van narrando. No es un pianista cualquiera, es otro grande: Mariano Marín. La pareja tiene arte. Se llevan bien, y eso se nota, y disfrutan del pedazo de montaje que han puesto en pie.
El público,no digamos. "Cantando bajo las balas" es un de los espectáculos más estremecedores que hayan visto o vayan a ver nunca. Con sus guiños (parece difícil decir esto cuando su protagonista está tuerto), sus diatribas, sus peleas verbales en absoluta desigualdad de condiciones. Porque Millán Astray nos habla de su encuentro con Unamuno y aprovecha esta cita para dibujarse a través de su vida. Orgulloso de lo que narra, el personaje que le llega al espectador roza lo patético en su regodeo. Eso, de verdad, es arte. Y el tipo que lo consigue, un artista.
Qué maja la mi Maritxu. Tú si que eres ARTE. Besos, guapa.
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