jueves, 26 de abril de 2012

Sobre la belleza femenina

Los pechos en la historia


Leo con sorpresa que los fabricantes del ramo han elegido estas fechas para celebrar el 90 aniversario de la creación del sujetador y no salgo de mi asombro.

El sostén femenino, tal y como lo conocemos hoy en día conceptualmente, fue inventado por un francés en 1907. Pierre Poiret, diseñador sin suerte, no se llevaría nunca ese reconocimiento. Porque 7 años después, una mujer rica, hija del inventor del barco de vapor, hace suya la idea. La historia creo que es conocida, aunque no en sus detalles. Hay quien atribuye a un golpe de genio de la jovencita Mary Phelps Jacob ese diseño que ahora conocemos y que surgió tras anudar las puntas de dos pañuelos de manera que su forma triangular se ajustara a las mamas de la señorita, que tenía una fiesta muy importante esa noche de 1913 y que había arriesgado adquiriendo un vestido provocador que quería lucir con todas sus consecuencias...y le estorbaba el corsé. Pero "Polly", como la conocían familiarmente, parece que no inventó nada y que su patente de 1914 está basada en una idea que le proporcionó una de sus criadas para que pudiera sacar partido a su maravilloso vestuario.




Pero el sujetador ya existía. Ha ido unido a la historia femenina desde que las mujeres cretenses decidieran hacer una apuesta por sus formas con orgullo. Éste era una especie de faja con 2 agujeros para asomar los pechos que ajustaba la cintura y ensalzaba las glándulas mamarias y se llevaba por encima de los ropajes como un adorno delator de la alta clase de la mujer que lo mostraba. Aunque fuera Catalina de Medicis quien dio forma definitiva al corsé, que insistía en la idea de que "para presumir hay que sufrir". Lo puso de moda, lamentablemente.

Hasta que llegó Pierot, o la criada de la Jacob o la Jacob misma, que es la que se forró con el invento. En un principio. Porque la venta cesó pronto.



La americana malvendió su negocio en un momento inoportuno. Justo antes de la II Guerra Mundial. Por si no lo saben, los sujetadores cumplieron un papel importantísimo en esta contienda. Metálicos como eran, sirvieron para construir algunos de los navíos con los que combatieron los ejércitos estadounidenses.

Sería la emigrante judía de origen ruso Ida Roshental quien retomaría la oportunidad del negocio: las americanas habían cedido generosamente sus corsés para que fueran fundidos en beneficio de su patria y andaban desprotegidas en ese sentido. E Ida apostó por fabricar sujetadores de distintos tamaños. Las mujeres ya no solo dejaban de aplastar sus pechos con tal de sujetarlos si no que empezaban a disfrutar de ellos.

Pero si este artilugio se convirtió en objeto de culto fue gracias al cine y a los ingenieros aeronáuticos que trabajaban para Howard Hughes, millonario y reputado don juan, quien insistió en marcas las excelsas formas de Jane Russell en "El  poscrito" (1943).

Afortunadamente, los tiempos nos han permitido a las mujeres doblegar a la industria a nuestras necesidades. Así lucimos nuestros pechos a nuestro antojo, sin oprimirlos. Podemos subirlos, hincharlos, enseñarlos según que escote y sentirnos bellas. Lo que luego quede cuando nos despojemos en la intimidad de estos inventos es cosa de cada cual.

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