viernes, 13 de abril de 2012

Un lugar para la leyenda

Neta Snook, pionera y valiente.

Los norteamericanos, que han sabido alimentar sus leyendas como nadie, informan estos días de su voluntad de localizar los restos del avión que pilotaba Amelia Earthart cuando se perdió su rastro en el verano de 1937. La historia le ha hecho justicia a esta mujer, o le ha puesto cierto interés en hacerlo, reconociendo su amor por la aviación, su atracción por la aventura y su capacidad de entrega. En la forja de su leyenda tiene mucho que ver el misterio de su desaparición cuando intentaba convertirse en la primera mujer en dar la vuelta al mundo en avión, que no ha permitido poner un final al uso a su emocionante vida. Los rumores la han situado disfrutando del anonimato en una huída voluntaria que le hubiera facilitado alimentar sus imaginarios amores con su copiloto, Fred Noonan, por aquello de aportar más morbo a su existencia. Pero cualquiera que haya indagado en la personalidad de la aviadora sabrá que poco encaja una decisión así en su manera de ser.


Sin embargo, poco se ha reconocido la valía de Anita “Neta” Snook, una mujer también de armas tomar. Apenas un año mayor que Amelia, Neta fue instructora de aquella cuando  decidió aprendió a pilotar un avión y dar sentido así a la mayor de sus pasiones. Del carácter emprendedor de la Snook nos da cuenta el hecho de que fuera la primera fémina en poner en marcha su propio negocio de navegación aérea y en dirigir un campo de aviación comercial. Sitúense en la época.





Neta nunca lo tuvo fácil. Su afición por la mecánica comenzó de niña y está muy vinculada a la pasión que su padre sentía como la automoción. Esta mujer menuda, de sonrisa apasionada, logró su primer hito al ser admitida como alumna en la selecta escuela de vuelo Curtiss, aunque no sería en su primer intento.

Aunque la vida de esta aventurera fue larga, murió con 95 años, su faceta de madre y esposa le retiró de la acción antes de cumplir 30 años. Quizá por eso, la historia le debe a esta mujer un sitio entre sus leyendas. Yo voy rompiendo mi lanza por esas mujeres que convirtieron su pasión en un derecho, aunque algunas hayan quedado tapadas por las circunstancias.







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