Los norteamericanos, que han sabido alimentar sus leyendas como nadie, informan estos días de su voluntad de localizar los restos del avión que pilotaba Amelia Earthart cuando se perdió su rastro en el verano de 1937. La historia le ha hecho justicia a esta mujer, o le ha
puesto cierto interés en hacerlo, reconociendo su amor por la aviación, su
atracción por la aventura y su capacidad de entrega. En la forja de su leyenda
tiene mucho que ver el misterio de su desaparición cuando intentaba convertirse
en la primera mujer en dar la vuelta al mundo en avión, que no ha permitido
poner un final al uso a su emocionante vida. Los rumores la han situado
disfrutando del anonimato en una huída voluntaria que le hubiera facilitado alimentar
sus imaginarios amores con su copiloto, Fred Noonan, por aquello de aportar más
morbo a su existencia. Pero cualquiera que haya indagado en la personalidad de
la aviadora sabrá que poco encaja una decisión así en su manera de ser.
Sin embargo, poco se ha reconocido la valía de Anita “Neta”
Snook, una mujer también de armas tomar. Apenas un año mayor que Amelia, Neta
fue instructora de aquella cuando
decidió aprendió a pilotar un avión y dar sentido así a la mayor de sus
pasiones. Del carácter emprendedor de la Snook nos da cuenta el hecho de que
fuera la primera fémina en poner en marcha su propio negocio de navegación
aérea y en dirigir un campo de aviación comercial. Sitúense en la época.
Neta nunca lo tuvo fácil. Su afición por la mecánica comenzó
de niña y está muy vinculada a la pasión que su padre sentía como la
automoción. Esta mujer menuda, de sonrisa apasionada, logró su primer hito al
ser admitida como alumna en la selecta escuela de vuelo Curtiss, aunque no
sería en su primer intento.
Aunque la vida de esta aventurera fue larga, murió con 95 años,
su faceta de madre y esposa le retiró de la acción antes de cumplir 30 años. Quizá
por eso, la historia le debe a esta mujer un sitio entre sus leyendas. Yo voy rompiendo mi lanza por esas mujeres que convirtieron su pasión en un derecho, aunque algunas hayan quedado tapadas por las circunstancias.
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